Aterrizaje en la playa de Ribadesella de 19 aviones / Atterrissage de 19 avions sur la plage de Ribadesella.
martes, 31 de enero de 2012
Ribadesella, Vídeo de Ribadesella Asturias, Guía turismo rural
http://www.youtube.com/watch?v=1I0SHi3uWsM
Vídeo de Ribadesella, Asturias. Qué ver y hacer en Ribadesella rutas, playas, gastronomía, alojamientos, restaurantes, tiendas, empresas de turismo activo... fiestas y eventos: Descenso Internacional del río Sella
Vídeo de Ribadesella, Asturias. Qué ver y hacer en Ribadesella rutas, playas, gastronomía, alojamientos, restaurantes, tiendas, empresas de turismo activo... fiestas y eventos: Descenso Internacional del río Sella
La tímida desconocida
La tímida desconocida
La capital de Caravia tiene recursos suficientes para provocar un cambio de tendencia que contenga su declive demográfico, pero necesita apoyos comarcales y regionales que los aviven
FERMÍN RODRÍGUEZ / RAFAEL MENÉNDEZ Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (Ce-Codet) / Prado (Caravia)
Recostado contra el Fitu y a la falda del vigoroso Sueve, la pequeña localidad se asoma, tímida, a la costa. Tan tímidamente que parece que su ambiente es el de la escondida montaña. También duda entre su presente de poco más que núcleo rural y un posible futuro como villa con todos sus atributos. Y son muchos. Pequeñas y remozadas casitas de colores delicados; orden, limpieza y sensibilidad en la urbanización, con pláganos alineados que conducen a una minúscula y central capilla, farolas refinadas en su sencillez, soberbios palacetes indianos, casonas de estilo montañés, extensas fincas de señorío con palomar y altos muros de fábrica, sólo interrumpidos por la filigrana de fantásticas verjas de forja. Y el Arenal de Morís, y la carretera del Fitu y...
Prado se organiza en mínimos barrios que surgen como dedos desde la espina central que constituye el eje de la carretera, donde se sitúan ayuntamiento, plaza, iglesia, consultorio, farmacia, bares, hoteles y restaurantes. Son los barrios de La Cantiella, Cerracín, Bandalisque, La Rotella, La Raposera y Pumarín.
Los atractivos de esta pequeña pola no sólo están en su interior, pues el paisaje que la envuelve es formidable: una rasa que decae en los fantásticos arenales de La Espasa, El Visu, Veciella, Morís y Vega. Detrás, la nublina corona la cabeza del Sueve. La proximidad a las villas mayores, Villaviciosa, Colunga y Ribadesella, hoy puede ser una ayuda cuando antes sólo dieron sombra, hasta el punto de quePrado puede decirse que entró en el mapa costero asturiano apenas cambiamos de siglo, tras la apertura de la autovía. Atrás quedaron la incomunicación, la infame carretera mal asfaltada, el barro de los camiones, las explotaciones mineras, la sensación de aislamiento y melancolía e incluso el riesgo de desaparecer tragada por la mina. Su suerte estuvo unida durante décadas a la minería del espato-flúor, desde la Segunda Guerra Mundial, actividad que daba empleo hace cuarenta años a la mayor parte de la población activa. De ello hoy queda poco más que la tierra removida, las escombreras ocultas por la vegetación, algunas lagunas y el rojizo polvo en las caleyas.
Prado, contra toda lógica, sigue perdiendo población, sin que podamos encontrar razones objetivas para ello. Pero el hecho es que son varios los años en que no ha habido ni un solo nacimiento, lo que compromete seriamente su futuro, al que amenaza el vacío en la pirámide de población. Nuevamente nos encontramos con la desconfianza en el porvenir que hay detrás de los datos de natalidad.
La proximidad de las villas mayores, que antes sólo daban sombra, puede ser hoy una ayuda
No se puede certificar la muerte de un territorio, pero tampoco puede existir ocupado dinámicamente en esas condiciones. Si no hay un cambio de tendencia, el futuro se plantea muy difícil, aquí y también en otras partes. El reciente saldo migratorio positivo no alcanza a detener el declive, pero avanza una tendencia que puede abrir nuevas perspectivas para la atracción residencial de población.
Prado siempre estuvo en un eje costero marginal, comunicado por la más pintoresca carretera de la red principal del Estado, una nacional en uso como tal hasta hace bien poco. La apertura de la autovía cambió radicalmente la accesibilidad del concejo, pero no su atmósfera, su dejarse ir y su declive demográfico, que continúa hoy, por debajo del umbral de los 200 habitantes. Ganadería, explotación forestal, minería y veraneo tradicional han marcado la actividad en la segunda mitad del siglo XX. Un veraneo discreto, poco visible, diseminado en el poblamiento rural y que sólo es más numeroso en puentes y fines de semana del verano, cuando hay afluencia desde el ámbito metropolitano hacia las playas. Las dos últimas décadas han dejado algo de infraestructura turística de tipología rural, como muestra de un cierto cambio de perspectiva que no ha llegado a cuajar del todo. Poca construcción de nuevo cuño, buena parte de ella de iniciativa oficial, da muestra del escaso dinamismo.
El aumento de la actividad en el sector terciario ha permitido un ligero incremento del empleo total, aunque poco importante, ya que la tasa de actividad es baja. Esto parece anticipar un cambio de tendencia, pero necesita ser avivado con apoyos comarcales y regionales, que deben ser mucho más intensos en estas pequeñas villas. Prado cuenta con recursos suficientes para el crecimiento y diversificación de su actividad. Costa cercana de gran belleza, con playas concurridas en verano, pero de poca incidencia aún en la actividad del concejo. Montaña que se hace costa y que da al conjunto de la marina oriental un paisaje original y muy valorado. Disponibilidad de suelo para pequeñas áreas empresariales, como la de Carrales, de cuidado diseño y con fácil acceso a la autovía. Posibilidades de mejora de la comunicación con el eje interior de Arriondas a través del proyectado túnel bajo el Fitu. Carreteras de paisaje y turismo tranquilo. Y una población aún no excesivamente envejecida a pesar de los valores de natalidad, en un caserío cuidado y muy singular.
En definitiva, importantes recursos en que apoyarse para poder atraer población hacia una localidad costera que es hermosa y accesible y en la que conviene identificar, apoyar y facilitar las nuevas posibilidades que ante ella se abren, pero que hoy tienen a Prado, Colunga yLastres como únicas villas que aún no parecen dar señales de vida entre Cabo Peñas y Cantabria. Su escasa dimensión debe ser aprovechada para establecer vínculos más directos con las tendencias generales existentes en la comarca oriental y poder atraer así actividad y población. La pertenencia al ámbito comarcal oriental y la participación en las iniciativas de desarrollo no han beneficiado a las pequeñas villas de la misma manera que a las de mayor dimensión, y aquéllas deberían ser objeto de mayor atención en los programas de desarrollo rural.
Pequeña calidad de vida
Prado es una pequeña localidad de sólo doscientos habitantes, capital del hermano pequeño de los concejos costeros asturianos, de menos de seiscientos residentes y tendencia declinante, prolongada a lo largo de la primera década del siglo XXI, después de un importante retroceso en la segunda mitad del XX. Su pequeño tamaño parece constituirse en serio obstáculo para poder romper tal tendencia, como ha hecho buena parte de aquellos concejos que cuentan con villa principal, caso de los vecinos. Hoy ofrece un paisaje urbano y rural de altísima calidad, privilegio de quienes busquen tranquilidad, accesibilidad y cuidada naturaleza. Es decir, calidad de vida.
Caravia es una mina
Caravia es una mina
Reparadas las heridas de los pozos de fluorita, la capital caraviense supera la reconversión y exhibe su ubicación bien comunicada para buscarse un futuro turístico sin renunciar a la alternativa agraria e industrial
MARCOS PALICIO / Prado (Caravia)
Ese prado de verdor intenso que hoy controlan las gallinas era no hace demasiado, nadie lo diría, el enorme socavón de una mina a cielo abierto. Ahora es verde y tiene un hórreo, y un gallo gobierna sin aspavientos esta escena bucólica que apenas tres décadas atrás tenía camiones y polvo, ruido y barro en el boquete marrón de una explotación de fluorita. En Caravia Alta no hace falta haberse hecho viejo para recordarlo, eso que parece un lago era una balsa, y prácticamente todo el pueblo, una mina, pero hoy no sería posible descubrirlo sin ayuda. El tiempo ha curado las cicatrices de la minería sin dejar apenas rastro de la sutura y ha convertido Caraviaen otra cosa. Ni un castillete, ni el resto abandonado de una bocamina, únicamente desentona una construcción de madera gris que fue sala de máquinas y espera su demolición reconvertida en almacén municipal. «Aquí hemos pasado todas las reconversiones», dirá después muy gráficamente algún vecino de Prado, oficialmente la capital del concejo y en realidad el barrio de Caravia Alta que aloja el Ayuntamiento. Se agotó el espato flúor y pasó la mina, así, sin anestesia ni fondos mineros, y casi al mismo tiempo se estaba transformando el campo y poco a poco retoñaba el turismo, porque el arenal de Morís, su playa, ya no era marrón ni había barro por las calles y la Autovía del Cantábricohabía acercado Caravia al resto del mundo... Total, un pueblo restaurado, nuevo, que después de todo sigue siendo una mina.
O eso dicen aquí. La situación y las buenas comunicaciones y el mar a un kilómetro y ochocientos metros ofrecen una oportunidad para jugarse el futuro al turismo sin dar la espalda a la industria o la ganadería. Ésta es una de las alternativas para tratar de cauterizar la herida demográfica que en la primera década de este siglo marca el paso de 330 habitantes a 300 en la parroquia de Caravia Alta y de 211 a 190 si solamente se cuentan los de Prado. «Emparedado» entre Colunga y Ribadesella, el tercer concejo más pequeño deAsturias perdió en torno a un treinta por ciento de su población con el cierre de las minas a comienzos de los años ochenta, y su capital, transformada física y económicamente, no renuncia ahora, restañadas todas aquellas heridas, a ningún complemento para su decisión prioritaria de jugársela a su capacidad de atraer turistas. «Si hay actividad económica, habrá población». El punto de partida del alcalde,Pablo García Pando, agradece que la escuela siga abierta en Caravia Alta -los niños de la Baja, la otra parroquia del concejo, van a clase a Colunga- y que la población flotante de los fines de semana se empeñe en desmentir al censo: «Hay raíces y se sigue manteniendo la vinculación con el pueblo», celebra. «Las casas no se cierran».
El paisaje más rural que urbano de Prado esconde construcciones estimables que dejan ver la potencia del capital indiano, y el problema, aquí también, son los rigores de un invierno que Manuel López, propietario del camping de Morís, sufre en la obligación de abrir sólo deSemana Santa a septiembre. En su establecimiento, mil plazas y veinte años, abierto en la época del «estás loco» y «adónde vas con un camping aquí», cabría casi el doble de la población de Caravia. Trabajan «entre veinte y treinta personas» para el lleno de julio y agosto, pero no hacen falta cuando el camping duerme en temporada baja y su propietario asume esa «asignatura pendiente» para el sector en el pueblo y el concejo. «Esto tiene atractivo suficiente para llenarse en otras épocas», afirma el Alcalde, que escarba en busca de soluciones en las iniciativas del plan de dinamización turística que Caravia comparte con Piloña y Parres. Para ir comiéndole terreno al invierno, aquí hay en octubre una competición de surf puntuable para el Campeonato de España; el próximo fin de semana, un festival de cometas en Morís, algo de escalada «boulder» -sin sujeción y sobre superficies artificiales-... Son pequeñas iniciativas que «hacen que se mueva mucha gente alrededor», apunta Alejandro Alonso, concejal y organizador, y ayudan a conseguir que «la gente que viene a Caravia siga siendo nuestro mejor embajador». Se trata de hacerse valer para que se sepa que Prado está cerca, que «la autovía nos ha colocado en un sitio privilegiado» -a poco más de media hora de Oviedo y Gijón, pero también a dos horas de Bilbao y «a tres y cuarto de Valladolid», se vende Manuel López- y que, en fin, a pesar del retraso de la reconversión industrial, ya hace tiempo que esta parte del Cantábrico existe y se ve más verde que marrón.
De la receta que organizó ese tránsito saben mucho en la cocina del hotel Caravia, que abrió en 1968 cuando el turismo no era el futuro ni se adivinaba en aquel pueblo cruzado por minas y camiones de fluorita. Empezó dando de comer a los obreros, rememora Roberto Artidiello, uno de sus propietarios, y ha terminado reconvertido, él también, a establecimiento turístico, pasando «de chigre de pueblo a referencia en el Oriente», presume. El turismo de aquí, por lo demás, tiene la dimensión del pueblo, está hecho en la misma escala manejable que esta localidad de apenas tres centenares de habitantes y todavía no amenaza con romper su calma. Aparte del camping, que ha crecido junto al arenal de Morís, la oferta es la del hotel con sus veinte habitaciones y las de una casa rural y unos apartamentos. Suficiente, de momento. La playa está aquí, la montaña y el Sueve, también, y con la Autovía del Cantábrico explotó un «boom de visitantes». «Soy bastante optimista con el turismo», sentencia Pablo García Pando, persuadido de que diferenciarse cuesta cuando por un lado del mapa emerge Ribadesella y por el otro se ve Colunga. Poco a poco, recomienda, habrá que enseñarse en conjunto, atraer «primero hacia Asturias, luego al Oriente y al final a Caravia».
Mina Jaimina es el residuo minero y un polígono industrial, «símbolo del cambio»
Del pasado minero queda abierta una explotación, mina Jaimina, que se va agotando en la salida de Caravia hacia Colunga, pero ni el pueblo ni el concejo renuncian a la industria que movió toda su economía no hace demasiado tiempo. Jaimina es un residuo con 24 trabajadores del que salen al día entre dieciocho y veinticinco camiones con entre dieciséis y dieciocho toneladas de espato flúor en cada uno, calcula José Ramón Fernández, vigilante. José Llera, que conduce uno de ellos, comprueba día a día que la minería aquí no es lo que era. La fluorita que sale de las minas asturianas -sobreviven junto a ésta otra en Loroñe (Colunga) y una más en Corvera- figura entre las más apreciadas del mundo para los coleccionistas y, una vez procesada en el lavadero de Mina Ana, en Torre (Ribadesella) se transformará en ácido fluorhídrico para la industria química o para ser componente esencial de materiales como el teflón o el freón. Pero queda poca más que sacar de Jaimina, poco mineral en las galerías que siguen debajo de la tierra en Caravia, que se hizo minera en torno a 1938 y que tiene su propia «historia negra» con un accidente que se llevó cinco vidas en marzo de 1982.
Agotada o en vías de liquidación la fluorita, el «símbolo del cambio del municipio» es, al decir del Alcalde, un polígono industrial en proceso de desarrollo con 22 parcelas, todas vendidas, que ha atraído empresas desde Colunga y Ribadesella, alguna con inversión millonaria en euros. José Luis Gutiérrez y José Carlos Soto, que trajeron hasta el parque empresarial de Carrales su carpintería metálica de cuatro trabajadores, justifican la selección del sitio en la competencia, menor aquí que en el sitio de donde proceden,Ribadesella, y en la escasez del suelo industrial al otro lado, en Colunga. Llevan año y medio por su cuenta y, «de momento, hemos acertado», hacen balance a dúo.
Se percibe algún motivo más de queja en la ganadería. Caravia Alta asimila sus nueve explotaciones a las del resto de un entorno sometido a los rigores de «una profunda crisis», afirma un ganadero de la zona. En Prado gana la carne a la leche, que cuenta con una única instalación, pero vale para todas el examen que concluye que aquí las dificultades son de ésas que «se agudizan cada vez más». Esta otra reconversión de Caravia promete por eso hacerse más lenta e intrincada que la industrial a no ser que se apruebe la improbable asignatura pendiente de «dar valor al trabajo de las personas», porque aquí como en el resto de la ganadería y el campo asturiano «los productos se venden a un precio de mercado por debajo del coste de producción» y las tarifas siguen, concreta alguno, «en niveles inferiores a los de hace veinte años». Si a eso se añade que el sector depende de las ayudas y que esas tienen la fecha de caducidad fijada en 2013, el panorama se oscurece con la amenaza de estos problemas que ni mucho menos son privativos de este pueblo ni de este concejo.
Las peculiaridades demográficas de Prado y Caravia, tampoco. Por aquello del envejecimiento recurrente en el medio rural asturiano, la tarea de asentar a la gente joven no convierte en razonable «que los mayores tengan que marcharse». El Ayuntamiento, confirma elAlcalde, «ha invertido bastante en ayuda a domicilio y tenemos un centro rural de apoyo diurno adonde van todas las tardes después de recogerles en sus casas. Es importante no desarraigar a la gente cuando llega a una edad, que se puedan quedar en su entorno. Y losServicios Sociales, además, también crean empleo», concluye Pablo García Pando.
Caravia alta
Madreña y fesoria en Caravia l´Alta
El caraviense Francisco Llera, director del Euskobarómetro, retrata su pueblo a través de la memoria de una infancia «sencilla y feliz»
MARCOS PALICIO / Prado (Caravia)
Aquel niño ha hecho ya cuatro viajes al colegio en madreñas. Después del segundo ha dejado en la bocamina el almuerzo para su padre y al atardecer pasa revista a los cerezos del abuelo. Ahora que en Caravia l'Alta no está ese niño ni quedan apenas bocaminas ni da clase don Heliodoro, a Francisco Llera no le importaría desandar todo el camino y repetir. Volver a la infancia «sencilla y llena de limitaciones» de «una familia trabajadora y humilde de pueblo» en aquella Caraviaminera y rural de «madreña y fesoria», de explotaciones de fluorita y manzanas, prados y pumaradas. Catedrático de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco, director del Euskobarómetro y caraviense de cuna y militancia, Llera ve «apelotonarse» las imágenes de su pasado en casa. Era en «Caravia l'Alta», precisa, y no en Prado, porque lo que figura en los mapas como capital oficial de su concejo es en realidad el barrio en el que se encuentra el Ayuntamiento y aquí tomar la parte por el todo le suena por desusado «muy extraño y ligeramente esnob».
El catedrático propone ver su pueblo desde La Forquita y pasearlo «entre playas y acantilados»
A sus 11 años, aquella Caravia dejó de ser el hogar permanente para pasar a ocupar el lugar de las vacaciones y las visitas esporádicas, pero nunca ha dejado de estar ahí, haciendo de fondo, en la distancia. A los 11 se fue al colegio, a los 20 a estudiar a Bilbao y ahora el pueblo estirado entre el Cuera y la mar es el destino preferente de las «escapadas». La tijera de la memoria recorta y pega juegos de niños entre hórreos, «las playas de la Tuerba o la Beciella» en verano, «esbillas de maíz y matanzas del cerdo» en otoño y «las reuniones de vecinos alrededor de un buen bidón de arcinos -oricios- en invierno». Y «la recogida de la manzana y la cosecha de sidra en el llagar y las calabazas con velas cuando todavía no existíaHalloween y La Forquita, el Fitu, el Pienzu, la fiesta de la Consolación…».
Hoy, tiempo a través, el niño haría entender lo que su pueblo ha sido para él enseñándolo desde arriba. Haría subir al escéptico hasta «La Forquita para ver el privilegio de la naturaleza y todo el pueblo desde el aire, pero al alcance de la mano». A ras de suelo, no descartaría «un paseo entre Morís y la Espasa por el camín real, que ahora llaman de Santiago, a la orilla de playas y acantilados». Y por si cupiera la remota posibilidad de que todo eso no fuera suficiente, el «guía» Francisco Llera tendría preparada la alternativa de «subir a Babú y el Picu Pienzu por el sendero de la biesca, que sale de Casa Julia, al lado de las antiguas canteras de Piepotru y, por supuesto, ascender hasta el Fitu desde el pueblo por detrás delPicu'l Castru».
Todo eso sin dejar pasar «un buen paseo, un partido de lo que sea, un baño o tomar el sol en las playas de Morís, la Tuerba, laBeciella, el Visu, Moracey o la Espasa y pulpear por los pedreros o caleyar entre prados y pumaradas». Manda la naturaleza, sí, pero el retrato estaría incompleto sin otra Caravia «semiurbana» que permite «disfrutar de la arquitectura tradicional». Ésta, avanza el politólogo asturiano, ofrece «muy especialmente las casonas de indianos o el palacio de Cutre», una construcción renacentista de principios del siglo XVII que se levanta en una gran finca, «Las Mieres», junto a la iglesia donde sermoneaba don Wenceslao, el cura, otra de las personas que al decir de Llera marcaron su infancia en Caravia. La memoria apresurada lo rescata a él además de a don Helidoro, «mi maestro», y a «mi familia y los amigos de la infancia».
Son todas alternativas a la imposibilidad de deshacer la ruta y regresar a la infancia sin tamizarla a través de los recuerdos, las imágenes y las emociones del adulto que vive y trabaja en Bilbao. Entre clase y clase y estimación electoral y estudio de opinión, el director delEuskobarómetro confiesa que también le agrada la gran ciudad y que Caravia es un decorado permanente al que la vida no permite mirar demasiado de cerca, pero que sería el lugar que «posiblemente» escogería para vivir «si fuera docente en Oviedo o Gijón» o, en todo caso, «para retirarme». No está mal, dadas las circunstancias, escaparse «siempre que puedo» hasta este lugar a medio camino entre el Sueve y el Cantábrico, porque, «afortunadamente, aquí tengo a mis padres, mi casa, mis pumaradas... Y la gastronomía, porque no debe olvidarse que en Caravia es buenísima y para todos los bolsillos», cierra con un reclamo para convencer al resto del mundo de las excelencias de su pueblo desconocido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)